jueves, 13 de enero de 2011

Déjalo en mis manos, Kid.




Quizá sea éste el momento.

Si bien es cierto que llevaba mucho tiempo sin publicar nada nuevo, también lo es que no lo he tenido para sentarme a escribir como deseaba y menos aún para almacenar y ordenar todo cuanto ha ido pasando entre celebraciones y encuentros. Puedo decir a ciencia cierta y a gran sonrisa, que las fiestas que ya se han marchado y que dan paso a éste nuevo año han sido, cuanto menos, especiales.

Cada persona tiene su especialidad. Unos hablan bien, otros prefieren escuchar. Unos cocinan de maravilla mientras otros se deleitan probando. Probando y probando, unos y otros aprendemos a medida que vamos creciendo a percibir bien cada momento, aunque no por ello tenga la percepción que ser algo que hagamos siempre y de manera sistemática. Sencillamente percibimos, olemos, sentimos, miramos, tocamos...y así vivimos.

Sí, especialidad. Cuando tienes ocasión de escaparte por unos días de la gran ciudad, y caminas por tu cuenta por lugares en los que no hay estrictamente nadie, parece como si tus oídos se predispusiesen a captarlo todo, y tus ojos no quisieran dejar escapar ni una sola muestra de lo que pudiera ser un momento único. Todo se engrandece.
El sonido de tus pasos te hace sentir como en un decorado en el que te estás adentrando, y en el que no sabes si habrá eco o no, porque por mucho que estés solo no te atreves a pegar un grito, temiendo alterar el curso y estado de lo que hay dispuesto ante ti, o a tu alrededor.

Y pretendes dejarlo todo tal y como lo has encontrado. Pero eso resulta ya imposible, pues una vez que has entrado en escena, dejas un poco de tu esencia y formas parte. Te gusta formar parte.

Formas parte, y partes de una base: Te resulta difícil imaginar cómo podía la humanidad percibir su entorno antes de que existiesen determinados artilugios. Por "artilugios" me refiero, por ejemplo, a la cámara de fotos que puedas tener entre tus manos.

El objeto entre tus manos. El sonido de tus pasos y el sonido acompañado del disparo. Un flashazo. El disparo corta el aire y atraviesa la lente. La lente y tu ojo, que en una milésima fracción de segundo se ponen de acuerdo, a la vez que tu cerebro ordena a tu dedo índice: "Aprieta".

Y aprietas. Pulsas el botón, aprietas el gatillo..y esperas, esperas..bien quieto y bien atento para capturar, por un segundo, el minuto.

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