martes, 23 de noviembre de 2010

LANViN ♥ H&M

Llego a las 6.30 AM a Velázquez 36. H&M. Lanvin presenta su nueva colección y desde luego no soy la única que está ahí para presenciarlo..
La fila va creciendo tímidamente, dadas las horas apenas se oye hablar, aunque sí alguna que otra risa ahogada y nerviosa. Entre las presentes busco a Clara, que está de camino y con la que quiero pasar éste momento.

Llegan taxis, chicas que como yo salen del metro ilusionadas, y se empieza a comentar. Que si en la edición de Jimmy Choo todo voló al minuto, que si en la de Dolce&Gabbana las compradoras se llevaron hasta el decorado, que si en el H&M de la Gran Vía la gente ha hecho noche y las colas son de alucine. Yo no digo ni pío, porque es la primera vez que asisto a algo así.

7.00 AM, nos ofrecen café y muffins.

El café, al estar frío, atraviesa mi estómago a la velocidad de la nave Challenger y sé que lo voy a lamentar mucho. Pero ya que me he levantado a las estupendas 5.30 de la mañana, que estoy en el cuarto turno (de 9.05 a 9.20) y que me están explicando cómo proceder a mis compras "Para que no cunda el pánico y que nadie salga herido", decido soportarlo.

Nos ponen la pulsera que nos corresponde según nuestro turno. Esto es la guerra!

7.30 AM y empezamos a impacientarnos.

Mis vísceras están del revés, pero charlar con Clara me relaja y eso consigue que poco a poco me encuentre mejor. No entro en detalles.

Un chico que seguramente esté yendo al colegio nos mira atónito y opta por capturar el momento con su teléfono. Una señora se acerca a preguntarme, y perpleja tras conocer lo que nos ha movido a todos los presentes a estar viviendo la tercera glaciación por voluntad propia, me desea suerte.

8.00 AM. Se abren las puertas y yo en el lavabo del bar de enfrente mojándome la cara, el cuello y las muñecas. Es hora de salir, comprar una cocacola para el dolor de tripa y relajarse.

La señora que nos deseó suerte dió en el clavo. Y para muestra, un botón.

Porque suerte la que he tenido al entrar, con cara de acelga y encontrar pese a todo una cara amiga. Eso siempre te cuida y te sonríe, y eso no se cambia como cualquier prenda.

Suerte al dar con la talla exacta del vestido que más me gustaba, y suerte también que no hayamos tenido que pelearnos, que los dependientes hayan sido encantadores, y que el tema de la seguridad estuviese bastante bien montado.

Los quince minutos de los que se disponen una vez dentro de "La Jaula" (así se denomina al cerco de vallas en el que se encuentra la colección y en el que te mueves para pillar todo lo que puedas mientras las que esperan miran ansiosas) han sido más que suficientes y más que contenta estoy yo con mi adquisición.

Y sí, sí que merece la pena vivir algo así! Ahora reposo, y admiración por mi precioso vestido azulón. En la foto, es el número 2.


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