lunes, 17 de diciembre de 2012

Un Kaki por primera vez


Hace siete días cayeron 27 castañas sobre mi cabeza. 

Sabía que tenían que caer ese día, y por eso el impacto no fue tan grande. Pasé una semana de lo más especial en compañía de aquellas personas que me demostraron su amistad, amor y cariño. Recibí mucho más afecto del que cabía esperar en mi imaginación.

Un año más, me emocioné por cumplir años y sé que es algo que siempre haré. Sin miedo a decir que soy muy afortunada. A pesar de que, una semana después, la vida se haya vuelto a mostrar complicada como sólo ella sabe ser, jugando entre bastidores, preparando su nuevo número. 

La vida da muchas vueltas... Qué tema tan trillado. Sin embargo, si tanto se repite a lo largo de nuestra existencia, por algo será. Cuando creemos tenerla sabida, la vida va y nos hace ver que no es tal como íbamos desdibujándola en la etapa que estábamos emprendiendo. En el momento de la sorpresa se va amargando entre los dientes, como cuando comes un Kaki por primera vez. Es una nueva experiencia, lo pruebas, te sorprende, te gusta y te sientes orgulloso de haberlo probado. Cuando empiezas a tragarlo va dejándote las encías y la lengua ásperas, muy ásperas, hasta que entiendes que tienes que tomártelo con filosofía y un buen vaso de agua a mano.

Quizá se trate de eso, de tomarse un tiempo de descanso antes de cada nueva aventura. De permitirse ver las cosas con un poquito más de distancia de lo habitual y trazar en un plano lo bueno y lo malo que tiene lo que el destino te brinda: cambios.

El destino nos brinda cambios. Y tiene la habilidad de hacerlo cuando hemos bajado la guardia, cuando la felicidad viene acompañada de tranquilidad, bailando al compás de una gran sonrisa de satisfacción. No sabemos como digerirlos de primeras, pero sabemos que están ahí y que tarde o temprano entenderemos que eran para bien. Los comienzos son transitorios, por eso, cada vez que destapo un nuevo libro entiendo más aquello de que "Cuanto más cambian las cosas, más siguen igual." Te trasladas a otra estancia de tu mundo, y cuando la abandonas, ves que todo sigue como estaba. Aunque algo en tí se haya movido. De ahí seguramente lo de las vueltas. 

Y así es como vamos entendiendo que gracias a que queda mucha vida por delante con sus idas y venidas, un cambio puede significarlo todo en el instante en el que se presenta y que eso es bueno.

Desde una pequeña arruga más. O un dolor de cabeza que al menos ya sabes identificar. Hasta una ironía, una mirada de complicidad que te dice "Aquí me tienes, aunque ya lo sepas no lo olvides". O un abrazo curativo, el medicamento definitivo, pues extirpa las lágrimas rezagadas y te hace sentir humano. 

Humana, con experiencia. Y mucho por escribir.

Sigamos avanzando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y no se preguntaran solo porque sonries si no q admiraran q con una sonrisa eres capaz de provocar cientos de ellas.gracias.jaime.