domingo, 19 de diciembre de 2010

Viajes

Voy sentada en el metro y en los cuatro asientos de enfrente, cuatro mujeres. Cuatro caras distintas, y cuatro ocupaciones diferentes.

Una de ellas, la más joven, hace que lee, hace que está leyendo pero no es así, porque se nota que lo que lee no le está interesando para nada. Porque su vista no se concentra en la página, está buscando las letras alrededor, por el vagón, se fija en cada detalle de todo cuanto pasa en el entorno de su libro.

Y no, no lee. No se fija más que en lo que ve.

La que está sentada a su lado, es una mujer africana de unos 50 años que va ataviada con vivos colores y un gran collar. Está apoyada en el reposa-brazos y asoma la vista sobre el libro de su compañera de trayecto. A duras penas mantiene los ojos abiertos, está cansada. Está cansada y eso es lo que cuentan las arrugas de su cara. Sin embargo se interesa por lo que cuenta el libro que la otra menosprecia.

Las otras dos mujeres sentadas son dos señoras mayores que escudriñan a conciencia la conciencia de cada uno. Examinan los modales y se sienten libres de comentar todo cuanto les plazca. Yo las escucho, y sin querer dejo que se me escape una media-sonrisa. Una se queja de su nuera y la otra asiente pacientemente, a la vez que trata de intervenir y aportar algo a la conversación pero la que habla se asegura de no callar.

Estas cuatro mujeres están sentadas frente a mí y yo voy en el viaje con ellas.Y aunque no nos conocemos de nada, vamos en la misma dirección y cada una a un punto distinto de Madrid. La mujer africana se baja y en su lugar se sienta un hombre, que nos cambia el decorado. Las señoras miran de reojo, la chica del libro sigue sin concentrarse..

Cada uno está en su propio viaje.

Del principio al final, vamos de un lado a otro sin saber qué nos deparará.

Porque el final de un viaje es siempre el principio de otro. Y el cambio puede ser doloroso y siempre tiene un precio. A veces cuesta soportar ese precio, pero no podemos permitir que eso nos domine..Sabemos que no podemos soportarlo. El mañana es un misterio y lo único que podemos hacer es afrontarlo con determinación.

Y así seguimos adelante, siempre adelante, hacia lo que sigue. Tomamos una decisión, nos comportamos de acuerdo con ella...y no hay más que vivir y esperar.


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