Y anoche afloraron. Es más, florecieron desde lo alto del teatro mientras ella, aliada del juego de luces y moviéndose con cautela sobre unos tacones de infarto representaba, creaba, explicaba y nos encandilaba a todos con su voz y con sorprendentes versiones de temas que teníamos olvidados, jugando e intercambiando instrumentos con sus acompañantes. Dándonos a entender lo especial de su visión de la vida.
¿Una versión caribeña de They don't believe? y sin comerlo ni beberlo, ¿Baby it's you, de The Shirelles, cantado de esa manera? Podría empezar a enumerar y no parar. Desde el comienzo con The memory is cruel rompiendo el hielo (nunca mejor dicho) hasta A-ha, tocada sola frente al público con un halo naranja envolviéndolo todo y que he recordado esta mañana tomando mermelada de naranja hecha por mi madre.
Anoche cumplí un sueño, y de nuevo aprendí que quedan muchos más.
Por la compañía y las ideas que como siempre siguen surgiendo.
Gracias, por la noche vivida, por el día de hoy en el que escribo, y por la incertidumbre que ya no me da tanto miedo.
1 comentario:
No soy un gran fan de Russian Red. Admiro su capacidad para entender que el que no se adapta muere (más allá de postulados evolutistas o evolucionistas).
No soy un gran fan de hacer comentarios en post, pero VI este por casualidad, mientras buscaba material para una clase, y resulta que conozco a la autora.
Percibo la emoción tras las palabras, un post impregnado de función emotiva/expresiva. Una reflexión perdida: una tilde que baila sobre un monosílabo único y sin par, régimen preposicional de algunos verbos que sufren movimientos revolucionarios ante ese regimen absolutistamente gratificante, conectores lógicos usados en una tendencia zen a lo minimalista y... qué difícil es usar bien una interrogación.
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