Me pregunto porqué envejecemos. Porqué se nos arruga la piel, el pelo se nos pone blanco o se nos cae y nos cuesta andar y respirar. Porqué se borran nuestros recuerdos y tenemos que decir adiós a las personas que queremos.
Y como nadie tiene respuesta ni solución, sólo se me ocurre vivir cada día. Como decía Marco Aurelio, como si fuese el último. Esto no quiere decir que salga hasta las mil o que haga sólo lo que me da la gana, pero con los años aprendo a discernir lo que me hace feliz de lo que no.
La vida es demasiado corta, por eso hay que hacerla intensa. Así pensamos las personas sensibles, por eso a menudo nos quedamos ancladas en momentos tristes, pero sabemos sacarle el mayor partido a los felices para que tengan más peso. Nuestra existencia es tan escueta que ciertas cosas no merecen la pena: enfadarse, dejar de hablar a alguien, ser rencoroso.. Yo paso de las energías negativas y de aquellos que no cuentan conmigo para sus planes.
Me pregunto cómo se verá la vida cuando ya llevas a cuestas unas cuantas décadas y ves cada vez más cercano el final del camino. Y como yo quiero verlo con una enorme sonrisa, procuro hacer que cada segundo merezca la pena. Ya sea riendo, llorando, cantando, aprendiendo, olvidando, perdiéndome o volviéndome a encontrar.
Que tu alma permanezca siempre joven, y nunca envejecerás.
A.
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