viernes, 27 de marzo de 2015
Empieza por ti, papá.
Cuando te conocí tenías 40. Tus ojos azules fueron los primeros ojos azules que había visto en mi vida, y cambiaban a gris dependiendo del día. Y qué más daba si tu barba pinchaba o no pinchaba. Imagino que todo lo veía distorsionado desde mi pequeñez, pero qué bien me lo pasaba. La rota voz de mamá era mi arrullo, y tus chistes siempre reconfortaban. A día de hoy eso no ha cambiado, dudo que cambie lo que dura una barba.
El frasco de Eau Sauvage: la forma de mis mejores recuerdos a tu lado ya que los contiene con todo su arraigo. Y el olor de Fahrenheit, que lleva consigo la promesa de que el tiempo no tiene porqué serlo todo. Porque al compás de todas aquellas canciones que inventabas sobre el parqué y que sigues inventando para hacernos entender la vida a tu manera -sin duda la más especial- el tiempo es algo difícil de enmarcar.
Mientras tanto, yo miraba de reojo a un chico bastante majete que me buscaba los pendientes, seguramente porque no estaba del todo convencido de la bola peluda que había llegado para aprender junto a él lo que sea que signifique la infancia. Y es normal, porque en los micromachine no caben los modelitos de la Barbie y los muñecos hay que compartirlos, y de paso enviarlos con postales junto a nuestra memoria de Francia. Mal que pese, es natural. ¡Tampoco se nos está dando tan mal!
El secreto de la vida, nos queda todavía por encontrarlo hermano, aunque lo vamos rozando. Por mi parte, si algo llevo con mi sangre es que por aquel entonces ya eras el tipo más molón del mundo, y para mí lo sigues siendo. Y siempre lo serás. ¡Ahora va y resulta que tú también eres papá! Creo que es un título honorable, por lo que hemos vivido en casa, y porque las coronas de los Reyes no son invisibles: traen buenas noticias un día cualquiera con la sonrisa de unos pintores ojos verdes.
Vivan los 27 de Marzo, por lo que me cuesta definirlos y describirlos. Porque seguramente sea mejor así. Por las canas por salir y las cañas que nos quedan, por salir. Porque Bruno nos ha unido sin saberlo y se ha unido sin quererlo. Sólo por eso hay que quererlo.
Qué más quieres que te escriba, papá, pide todo lo que quieras y más. Que procuraré no quedarme sin palabras. Hoy soy yo la que se quita el sombrero, y lo sujeto para que no salgas corriendo tras él por culpa del viento.
Que 30 más... Saben más bien a poco.
¡Te quiero!
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