Esta noche he soñado que viajaba al espacio, y que llegaba a la luna. Seguramente se debe a que ayer me empapé de la vida y obra de David Bowie y de su obsesión por ese tema. Una gran pérdida, cada vez quedan menos referentes de música buena y originalidad en este planeta.
Quizá Bowie nunca perteneció al planeta Tierra. Quizá haya regresado a su lugar de origen, y como decía su canción, está esperando en el cielo.
Nunca fuí una gran fan suya, de hecho me daba un poco de miedo en Laberinto, tan enigmático, con aquellas mallas que no dejaban nada a la imaginación. Sin embargo mi admiración por él fue creciendo según iba madurando, y Space Oddity me conquistó.
Dos películas que me encantó ir a ver al cine contaban con su voz en sus bandas sonoras: La vida secreta de Walter Mitty y Marte.
Ojalá desde allá arriba siga sirviéndonos de inspiración y de renovación en un mundo que cada vez está más plagado de clones.
Hasta siempre, David.
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