La preparación de una Fondue lleva su tiempo. Para que salga bien y el queso no se queme por estar parloteando mientras se prepara, tiene que llevar algo de líquido, a poder ser vino blanco, o cerveza, pero que no se evapore. Y dejar calentar mientras se sigue parloteando.
Se van añadiendo los trozos de queso que se van deshaciendo hasta crear una masa homogénea.
Suele ser difícil conseguirla. Esa masa llega y pasa, y lo más divertido es servirla en la mesa y ver cómo de homogéneo compartimos algo, pero de heterogéneo seguimos teniendo para repatir.
Zumboda fue una de las palabras que salieron inventadas de la cena de ayer. Y que se quedan por un buen tiempo en mi cabeza. Zumboda viene siendo una zumbada de las bodas.
Pero yo no soy una zumboda. Soy fan de otras cosas. De que se queme el fondo de la masa y se saque del recipiente con ayuda de todos para comerlo como una Provoletta, cada uno un buen pedazo.
De que los picos y tostas de pan se acaben y mientras siga quedando queso, pues eso: "Al lío al lío que me enfrío!"
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